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Pensar la educación en nuestro tiempo, e intentar hacerlo en forma articulada a lo comunicacional, conduce inevitablemente a considerar también la dimensión de la tecnología, pero no desde lo meramente artefactual o instrumental, sino por el contrario, a propósito de los emergentes culturales y subjetivos que se entraman en torno a la cultura digital.
E. Litwin afirma que la incorporación de los nuevos medios en la educación no deben ser una mera respuesta tecnicista, sino una respuesta política y pedagógica, y que se trata de entender que se han creado nuevas formas de comunicación, nuevos estilos de trabajo, nuevas maneras de acceder y producir conocimientos (Litwin, 1994:136-148).
En las configuraciones pedagógicas y comunicacionales se ponen en juego distintas y a veces antagónicas posiciones respecto a los modos de incluir las tecnologías. Justamente porque en los usos de los artefactos tecnológicos digitales, como de cualquier tecnología social (espacios, instituciones, objetos, etc.), se juega una producción de prácticas a partir de los discursos que los atraviesan.
Históricamente, la relación educación a distancia/educación presencial, ha tenido tensiones que hoy se ponen de manifiesto ante un sistema remoto que surge como respuesta necesaria a las circunstancias sanitarias. Sin embargo, es posible que ante los desafíos de los nuevos tiempos, encontremos en la educación mediada por computadora una decisión pedagógica.
Desde el campo comunicación-educación, la observación de este tiempo nos acerca preguntas que nos invitan a reflexionar. Se trata de tomar las trayectorias individuales como punto de partida y como objeto de la acción educativa, para hacer una construcción común. Es decir, tomar el nuevo espacio áulico como un lugar que, facilitado por las posibilidades de internet y las herramientas que los estudiantes tienen a disposición en la vida cotidiana, propicie los procesos de aprendizaje. También una mirada atenta a lo que las prácticas de este tiempo nos ha interpelado como docentes, alumnos y directivos. Poder encontrar un espacio que nos permita generar conocimiento a partir de problemáticas que se nos han presentado pero fundamentalmente, ¿qué nos ha interpelado? ¿Cuántas preguntas nos hemos hecho? ¿Cómo se han reformulado nuestras prácticas áulicas desde nuestras casas? ¿Cómo hemos resuelto nuestras vidas entorno a la práctica docente? ¿Cómo se ha vinculado nuestra entrada con contenidos en un mundo lleno de contenidos? ¿Qué hemos aprendido de la vida digital? ¿Qué cuestiones entendemos fundamentales a transitar luego de este tiempo?
Algunas de las respuestas, podrían incorporarse a una suerte de “bitácora” compartida, un espacio de reflexión docente, un intercambio de conocimientos con alumnos. Una propuesta concreta es tomar nuestras estrategias actuales y profundizarlas, incorporar recursos y transformarnos a partir de las experiencias que hemos construido. Por ejemplo, desarrollar una biblioteca de videos disponible para alumnos en el que puedan ir y volver a los puntos claves de cada materia. En esto, entiendo fundamental la construcción compartida con alumnos y sumar sus experiencias, necesidades, mirada contenedora.
Por Nelson Gabriel Espíndola González
Lic. En comunicación y Periodismo, Responsable del área de Medios Colegio Nuestra Señora de las Nieves
Fuente y textuales: “Procesos tecnológicos, comunicación y educación (edición 2021)” –
Maestría en Comunicación y Educación FPyCS UNLP. Autores: Alcaraz, Mauro; Bergomás, Gabriela; Warinet Valeria.